12.5.11

KIRCHNERISMO: ¿IDENTIDAD TRANSITORIA O FUNDANTE?


Por Carlos Girotti (*)

        “El kirchnerismo puede ser una identidad transitoria, que recordemos con nostalgia dentro de muchos años, o puede ser una identidad fundante de una nueva etapa. Apostamos a que sea eso: lo fundante de lo nuevo”. Lo dijo Martín Sabbatella, el martes pasado, durante el programa “20 a la Cabeza”, por la AM 530, la radio de las Madres de Plaza de Mayo. El nombre del programa y la apuesta explícita del candidato a gobernador bonaerense parecieran evocar a un juego en el que el azar fuese lo definitorio. Pero no: aunque la suerte siempre luzca necesaria, la persistencia de lo nuevo depende de una disputa con lo viejo.
La compulsa electoral de octubre próximo será un parteaguas, no tanto porque la oposición tenga alguna posibilidad de alzarse con el triunfo –hecho definitivamente improbable si los hay- como por la evidencia de que, a partir de allí, el kirchnerismo se enfrenta como nunca antes a las dos opciones de las que habla Sabbatella quien, al cabo, coincide con muchos otros en esta cuestión. Lo interesante de esta coincidencia es que se verifica entre actores que, desde el interior del kirchnerismo, transitan por andariveles distintos. El caso de la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, revela que todo el sector que constituye la llamada Corriente de la Militancia apoya la candidatura de Daniel Scioli para la gobernación –diferenciándose así de Sabbatella- pero empalma con éste cuando advierte que para defender lo alcanzado hasta aquí es preciso avanzar. En la ciudad de Buenos Aires, en cambio, todas las propuestas que se identifican con el kirchnerismo han aceptado de antemano que el candidato que finalmente enfrente a Mauricio Macri los representa sin fisuras. 
Las variantes tácticas que en esos u otros distritos se verifican, son modos particulares de encarar aquello que, en términos estratégicos, es un problema a resolver, o sea, la identidad política de un movimiento popular que aún no tiene una estructuración perdurable y que, sin embargo, late al compás de lo que el kirchnerismo ha abierto como época histórica. Dicho de otro modo, así como resulta inimaginable que los logros obtenidos hasta aquí pudieran ser resignados por las mayorías populares, así también puede pensarse en esas conquistas como la plataforma identitaria sobre la que se apoyen las nuevas experiencias políticas para hacer del kirchnerismo un sinónimo de avance de la sociedad en su conjunto. Claro que esto, de por sí, entraña también un litigio porque la construcción de una identidad es la disputa por su sentido y ello se pone en evidencia con los diferentes armados electorales por los que optan quienes, en la práctica, comparten aquella plataforma de logros alcanzados. Es señal de que todo lo viejo no ha muerto ni todo lo nuevo ha nacido ya.
En este trance se encuentra la sociedad argentina puesto que si mira hacia atrás reconocerá lo mucho que ha avanzado y si mira hacia adelante verá todo lo que le falta para avanzar aún más. Pero mirar no significa necesariamente ver, distinguir con claridad cuáles son las rémoras del pasado y cuáles son los desafíos inquietantes que hoy viene a imponer el futuro. Uno de esos desafíos consiste en echar las bases de una cultura política que, lejos de ignorar los legados populares, se identifique a sí misma como la hija dilecta de todos ellos. En este sentido, el fenómeno kirchnerista mal podría entenderse y explicarse sin la persistente vitalidad del peronismo, aunque el kirchnerismo, para solidificarse como identidad de todos los mandatos históricos, precisa también  reconocerse en cada uno de ellos. No es esta una tarea sencilla porque su complejidad reclama relatos y símbolos novedosos, así como evidencias ciertas de su concreción en el todavía muy incipiente poder popular.
Resta transitar el camino hasta octubre y, quizás por ello, estas consideraciones puedan parecer excesivamente alejadas de las preocupaciones y tareas que demandan la construcción de la victoria electoral. Después de todo, una nueva identidad política para el movimiento popular no es algo que se decrete ni que surja de un día para el otro. Sin embargo, el escenario inmediatamente posterior a octubre actualizará su plena validez. Baste pensar en aquel primer ensayo que hiciera Néstor Kirchner con su iniciativa de la tranversalidad. Allí había una intuición, una corazonada y, con certeza, la íntima convicción de que estos nuevos tiempos históricos reclamaban un nuevo relato. La correlación de fuerzas de entonces le impidió a Kirchner prosperar en ese intento. En vísperas de octubre, pero definitivamente en camino hacia 2015, lo que en 2003 fue una osadía en breve será un imperativo de la hora.-

(*) Sociólogo. 11 de mayo de 2011. ARTÍCULO PARA BAE

5.5.11

CGT, CTA: ORIGINALIDADES DEL 1° DE MAYO


Por Carlos Girotti (*)
 
La CGT y la CTA han protagonizado, cada una por su lado, dos jornadas que hubieran sido impensables unos años atrás, de allí la original significación de los actos obreros por el 1° de Mayo. Pero ¿en qué radica dicha originalidad?
La potente ofensiva neoliberal que tuvo lugar durante el menemismo dio lugar a dos hechos dignos de mención. Por un lado, la complicidad de toda una dirigencia sindical que no dudó en alfombrar el camino de las privatizaciones, asociarse a ellas en calidad de nueva patronal y cerrar los ojos ante la ola de despidos y el aumento creciente de la desocupación y la miseria. De esta ruta supo apartarse el Movimiento de Trabajadores Argentinos, liderado por Hugo Moyano, que no dudó en enfrentar a esa dirigencia cómplice y sumarse al esfuerzo resistente. Por el otro lado está la fundación del entonces Congreso de los Trabajadores Argentinos, encabezado por Víctor De Gennaro, que con el aporte de figuras como Germán Abdala y hechos de trascendencia como la Marcha Grande, la Carpa Blanca, el Matanzazo e innumerables conflictos gremiales, deviniera en la nueva Central de los Trabajadores de Argentina.
Estas dos experiencias, las del MTA y la CTA, confluyeron en la Marcha Federal de 1995, demostrando así que era posible resistir al menemismo y, además, que la larga tradición obrera de la unidad en la acción no había podido ser arrasada por el tsunami neoliberal. Por cierto, tampoco la Corriente Clasista y Combativa pudo sustraerse a ese imperativo de la hora e integró, junto a las otras dos expresiones sindicales, las columnas de trabajadores ocupados y desocupados que ese año colmaron la Plaza de Mayo. Pero la unidad en la acción no disimularía la existencia de concepciones y modelos de construcción sindical diferentes.
Los sucesos de diciembre de 2001 encontraron, a cada una de estas expresiones, en niveles distintos de concreción y acumulación de fuerzas. La CTA venía de impulsar exitosamente el Frente Nacional contra la Pobreza, una confluencia de múltiples actores políticos, sociales y culturales que, por medio de una Consulta Popular autónoma del Estado y del gobierno de la Alianza, había obtenido 3.200.000 votos a favor de la aplicación del seguro de empleo y formación. Un hecho sin precedentes en la historia sindical argentina y, por lejos, el momento de mayor legitimidad política alcanzado por la resistencia antes del estallido de diciembre. El MTA, a su vez, se encaminaba a recuperar la conducción de la CGT, logro que concretaría más tarde como consecuencia lógica de la enorme gravitación que iría adquiriendo el sindicato de los trabajadores camioneros con el despegue económico. La posterior e impensada irrupción del kirchnerismo hizo que estos dos caminos, diferentes de por sí, tuvieran derivas muy particulares. En el caso de la CGT, la hegemonía de Moyano y la neutralización del sector de “Los Gordos”, hicieron que se convirtiera en uno de los aliados estratégicos del proyecto impulsado por el gobierno. La  CTA, por su parte, acompañó inicialmente ese proyecto pero, a poco de andar, se apartó, sumiéndose por ello en un debate interno que, como es notorio, finaliza con la fractura tras las elecciones de septiembre de 2009.
Así, ambas centrales llegan a los actos por el 1° de Mayo. La que encabeza Moyano confirma, con la presencia multitudinaria, su poder de convocatoria y, de modo inequívoco, su voluntad de incidir en el armado político para octubre próximo. La que lidera Yasky recupera, con el Luna Park colmadísimo en ese lluvioso y frío domingo, la legitimidad histórica que había quedado gravemente lesionada por la fractura institucional. Son dos modelos sindicales distintos; dos perspectivas diferentes frente a los procesos históricos que signaron al movimiento obrero argentino y, por ende, dos matrices singulares de representación, organización y protagonismo de los trabajadores. Sin embargo, la historia los vuelve a convocar para una tarea compartida: defender lo conquistado en los últimos ocho años y avanzar en la profundización de los cambios.
Hay intercambio público de saludos entre ambas centrales con motivo de los actos respectivos. Hay también un mutuo recordatorio de la unidad en la acción construida en el duro y lejano 1995. Hay, en consecuencia, una admisión recíproca de la legítima existencia del otro y un subrayado -en ambos casos original- de que el enemigo no está en ninguna de las dos expresiones y mucho menos en el gobierno. Hay, en los actos, una contundente presencia juvenil y también femenina. Hay, por último, el mensaje de la Presidenta a la CGT y el otro remitido a la CTA (en el Luna Park los cantos por la reelección de Cristina atronaron el estadio, sin que ello le impidiera a Hugo Yasky reivindicar y reclamar, por enésima vez, la personaría gremial para su central).
Bien, hubo y hay de todo eso que, desde luego, configura una situación original. Pero también hay una pregunta hija de dicha originalidad: ¿los cambios en la composición del mundo del trabajo y sus reflejos políticos actualizados en estos actos por el 1° de Mayo, estarían indicando la posibilidad del surgimiento de un nuevo bloque histórico, una novedosa alianza práctica de clases y sectores de clase interesados en consolidar un futuro postneoliberal?. Como fuere, pero sin dudas, una parte de la respuesta estará, después de octubre, en manos de ambas centrales sindicales.-

(*) Sociólogo, Conicet. 4 de mayo de 2011. ARTÍCULO PARA BAE

2.5.11

No hay punto de arribo ni estación terminal


Sobre el acto del 1º de mayo de la CTA, ayer, en el Luna Park. Sin su permiso, copio un mail que esta mañana mandó a la coordinación de Carta Abierta, Carlos Girotti, de la mesa de la CTA.


Recién me levanto (09:15) y es porque la adrenalina de ayer me mantuvo despierto hasta tarde. Leí los correos sobre el acto y los mensajitos de texto; algunos de ustedes me escribieron personalmente y otros al grupo: necesito responderles a todos por igual porque la emoción es una cosa seria (vieron que muchas veces decimos -es casi un lugar común- "que la emoción no nos traicione") y no será hoy, precisamente, el día en que yo la traicione a ella.
En CA siempre ratificamos su condición de crisol de legados y experiencias distintas; de ahí, tal vez, su tozuda vigencia y vitalidad, tal y como lo pudimos comprobar en el actazo del sábado 23 en la Feria. De CA se espera eso. Bueno, de la CTA también, máxime después de la fractura que logró ponerla en el piso más bajo de su legitimidad histórica. Ayer, la CTA volvió sobre sus pasos, se hundió en sus raíces y emergió nuevamente como lo que nunca debió haber dejado de ser: un crisol de legados e historias de luchas que vienen desde el fondo de las generaciones obreras y que se actualizan en este presente por el desafío que las convoca. ¿De qué otra manera se podría entender la ovación que saluda las imágenes del documental que muestran a Evita y Perón y, más tarde, hacen lo propio con la consigna recordada por Pedro Wasiejko "¡Proletarios del mundo, uníos!"? ¿Cómo explicar la naturalidad de los dedos en V del Nono Frondizi, marchando al encuentro del hijo de Felipe Vallese, y los puños en alto que homenajean el nombre de Néstor Kirchner?¿Y el abrazo entre Facundo Moyano y Pablo Reyner, secretario de la Juventud de la CTA?¿Y la iniciativa de Yasky que se concreta con el intercambio público de saludos entre la CGT y la CTA?
Los veinte Hijos y Nietos que, emocionados, reciben en sus manos la distinción que la CTA les hace a Néstor y Cristina es una imagen cuyo contenido simbólico trasciende en mucho los límites del Luna Park. En ese gesto se amalgaman -porque son indisolubles en este presente e imprescindibles para el futuro- los ayes de nuestros desaparecidos, el sentido de sus/nuestras luchas y la consistente determinación actual de defender lo logrado e ir por más en lo sucesivo. No recuerdo un acontecimiento similar que, desde el mundo obrero y en términos simbólicos, proyectara con tal nitidez la valorización y resignificación de la democracia.
Desde el privilegiado lugar que me tocó para ser parte del acto pude ver la emoción en el rostro de muchos. Algo de lo amasado a lo largo de años se dio cita en las lágrimas secretas que, con discreción, varios procurábamos disimular. Cuando los padres de Mariano Ferreyra subieron al palco y se detuvieron un instante justo delante de mí, cerré los puños y les grité "¡Fuerza, compañeros, fuerza!", pero ya en ese momento no podía ocultar mis módicas lágrimas (nunca tan módicas ante lo incomensurable del llanto de esos padres militantes). Y lloré también cuando esa voz única y plural completó de inmediato la agenda que Hugo anunciaba para el congreso de septiembre: "¡Para Cristina la reelección!".
En el futuro más o menos lejano, estoy seguro de ello, este acto de la CTA será considerado como uno de los momentos dignos de la memoria, así como hoy lo son todos y cada uno de los hechos que Yasky recuperó como patrimonio histórico de los trabajadores, un patrimonio en el que se entrelazan aquellas gestas que nutren nuestra identidad y que, con denuedo, busca nuevas palabras para nombrarla y afirmarla. La vigencia de la CTA, así como la de Carta Abierta, está cifrada en esta búsqueda consciente que, de antemano, sospecha que no hay un punto final de arribo, una estación terminal en la cual la marcha se detiene. Quizás por eso valga decir: vamos que llegamos y llegamos porque seguimos yendo.
Un abrazo emocionado a todos. CARLOS