2.5.11

No hay punto de arribo ni estación terminal


Sobre el acto del 1º de mayo de la CTA, ayer, en el Luna Park. Sin su permiso, copio un mail que esta mañana mandó a la coordinación de Carta Abierta, Carlos Girotti, de la mesa de la CTA.


Recién me levanto (09:15) y es porque la adrenalina de ayer me mantuvo despierto hasta tarde. Leí los correos sobre el acto y los mensajitos de texto; algunos de ustedes me escribieron personalmente y otros al grupo: necesito responderles a todos por igual porque la emoción es una cosa seria (vieron que muchas veces decimos -es casi un lugar común- "que la emoción no nos traicione") y no será hoy, precisamente, el día en que yo la traicione a ella.
En CA siempre ratificamos su condición de crisol de legados y experiencias distintas; de ahí, tal vez, su tozuda vigencia y vitalidad, tal y como lo pudimos comprobar en el actazo del sábado 23 en la Feria. De CA se espera eso. Bueno, de la CTA también, máxime después de la fractura que logró ponerla en el piso más bajo de su legitimidad histórica. Ayer, la CTA volvió sobre sus pasos, se hundió en sus raíces y emergió nuevamente como lo que nunca debió haber dejado de ser: un crisol de legados e historias de luchas que vienen desde el fondo de las generaciones obreras y que se actualizan en este presente por el desafío que las convoca. ¿De qué otra manera se podría entender la ovación que saluda las imágenes del documental que muestran a Evita y Perón y, más tarde, hacen lo propio con la consigna recordada por Pedro Wasiejko "¡Proletarios del mundo, uníos!"? ¿Cómo explicar la naturalidad de los dedos en V del Nono Frondizi, marchando al encuentro del hijo de Felipe Vallese, y los puños en alto que homenajean el nombre de Néstor Kirchner?¿Y el abrazo entre Facundo Moyano y Pablo Reyner, secretario de la Juventud de la CTA?¿Y la iniciativa de Yasky que se concreta con el intercambio público de saludos entre la CGT y la CTA?
Los veinte Hijos y Nietos que, emocionados, reciben en sus manos la distinción que la CTA les hace a Néstor y Cristina es una imagen cuyo contenido simbólico trasciende en mucho los límites del Luna Park. En ese gesto se amalgaman -porque son indisolubles en este presente e imprescindibles para el futuro- los ayes de nuestros desaparecidos, el sentido de sus/nuestras luchas y la consistente determinación actual de defender lo logrado e ir por más en lo sucesivo. No recuerdo un acontecimiento similar que, desde el mundo obrero y en términos simbólicos, proyectara con tal nitidez la valorización y resignificación de la democracia.
Desde el privilegiado lugar que me tocó para ser parte del acto pude ver la emoción en el rostro de muchos. Algo de lo amasado a lo largo de años se dio cita en las lágrimas secretas que, con discreción, varios procurábamos disimular. Cuando los padres de Mariano Ferreyra subieron al palco y se detuvieron un instante justo delante de mí, cerré los puños y les grité "¡Fuerza, compañeros, fuerza!", pero ya en ese momento no podía ocultar mis módicas lágrimas (nunca tan módicas ante lo incomensurable del llanto de esos padres militantes). Y lloré también cuando esa voz única y plural completó de inmediato la agenda que Hugo anunciaba para el congreso de septiembre: "¡Para Cristina la reelección!".
En el futuro más o menos lejano, estoy seguro de ello, este acto de la CTA será considerado como uno de los momentos dignos de la memoria, así como hoy lo son todos y cada uno de los hechos que Yasky recuperó como patrimonio histórico de los trabajadores, un patrimonio en el que se entrelazan aquellas gestas que nutren nuestra identidad y que, con denuedo, busca nuevas palabras para nombrarla y afirmarla. La vigencia de la CTA, así como la de Carta Abierta, está cifrada en esta búsqueda consciente que, de antemano, sospecha que no hay un punto final de arribo, una estación terminal en la cual la marcha se detiene. Quizás por eso valga decir: vamos que llegamos y llegamos porque seguimos yendo.
Un abrazo emocionado a todos. CARLOS