31.3.11

Libertad de prensa: algunos más libres que otros

Por Carlos Girotti (*)

Fue Oscar Varsavsky quien, en su siempre vigente texto Ciencia, política y cientificismo, afirmó que “(…) algunos creen que poder elegir entre media docena de diarios es libertad de prensa”. Este especialista en modelos matemáticos había comprendido que el espejismo no era sólo una ilusión óptica provocada por la refracción de la luz: también las libertades democráticas, sometidas a la fuerza material de la desigualdad social, podían ser vistas como realidades ilusorias.

La libertad de prensa, asociada a la libertad de expresión y circulación de las ideas, ha sido interpretada casi siempre como un territorio de derechos confinado a la iniciativa empresarial. La garantía de existencia de esta iniciativa garantizaría, a su vez, la existencia del consumidor de aquella libertad primigenia, o sea, del sujeto libre de optar entre tales o cuales medios periodísticos. La libertad de prensa, entonces, como la libertad de consumir aquello que otros generan, o de no consumir, lo cual, en su conjunto, no sería otra cosa que un sistema más vasto apoyado en una noción basal: la libertad de mercado, el famoso libre juego entre la oferta y la demanda.

La mercantilización de la libertad, esta vez sin predicado, es una de las expresiones más rotundas de la desigualdad social porque sólo es libre aquel que tiene con qué comprar el usufructo de dicha libertad. Sin embargo, cuando esa lógica perversa es puesta patas arriba, a propósito de la libertad de expresión y de circulación de las ideas, ésta deja de ser un espejismo para los trabajadores mientras que para los patrones pasa a ser la conculcación de un derecho constitucional.

No es de ahora que el multimedios Clarín obstaculiza, impide y niega el derecho de los trabajadores de sus empresas a organizarse gremialmente. Se trata de un conflicto de larga data y que esta patronal persiste en no resolver, al punto que, a regañadientes, ha debido acatar la decisión judicial de reincorporar a delegados sindicales legítimamente electos por sus compañeros y, no obstante, continúa sometiéndolos a prácticas desleales. Las voces que se han alzado en contra de la medida adoptada por los trabajadores clamaron por la defensa de la libertad de expresión asimilando, una vez más, esta libertad al exclusivo dominio de los derechos de la patronal. El bloqueo a la salida de algunas de las ediciones dominicales impresas en Artes Gráficas Rioplatenses fue considerado como un atentado a la democracia por todos los indignados que, ni por asomo, se acordaron de que la libertad de organización y afiliación gremial de los trabajadores habían sido conculcadas negándoles, por lo tanto, el derecho a expresar su voz colectiva y a la circulación de sus ideas. El lunes 28, el editorial de Clarín habló de “ los fascismos (…) que persiguen el control de los medios y la manipulación informativa”. Subrayó: “(…) fue una acción de intimidación política”. Y más adelante: “Extorsión disfrazada de militancia”. Luego concluyó: “Es obvia la responsabilidad que en todo esto le toca al Gobierno”. Pero el cinismo del multimedios, y de los airados demócratas que salieron a defenderlo, alcanzó su punto máximo cuando, en dicho editorial, se permitió decir: “No es una frase hueca. Mucho menos a 35 años del golpe del 76: la libertad de prensa es un presupuesto básico de la democracia”. Así, sueltos de cuerpo, Clarín y sus defensores hicieron de cuenta que el matutino no había saludado y usufructuado la irrupción de la dictadura cívico militar, como en el caso de Papel Prensa y, de yapa, equiparaban al actual Gobierno con quienes no temblaron al ordenar el secuestro, la tortura y la desaparición de miles de trabajadores incluyendo, claro está, a gráficos y periodistas, o no hesitaron en apropiarse de niños nacidos en cautiverio para luego impedirles y negarles el derecho a la identidad con anuencia expresa de las supuestas familias adoptantes.

Comprar trabajo ajeno a cambio de un salario no puede dar más derechos que trabajar. Claro que allí existe una relación absolutamente desigual porque una cosa es tener derecho al trabajo y otra, muy distinta, es tener derecho a comprar o a no comprar ese trabajo. Pero el patrón, cuando paga, no puede comprar también la libertad de expresión del trabajador; podrá ignorarla, cercenarla, silenciarla, pero esa libertad es un derecho inalienable que le asiste, aun cuando el patrón, como en el caso del multimedios Clarín, crea que “su” libertad de prensa es el único “presupuesto básico de la democracia”.

Si Oscar Varsavsky pudiera opinar hoy sobre este conflicto, tal vez diría que la física óptica es a los fenómenos de la refracción de la luz lo que la legítima lucha de los trabajadores es al espejismo de la libertad de prensa defendida por los patrones. O lo que sería lo mismo: en un sistema fundado en la libertad resulta inadmisible que algunos sean más libres que otros.-

(*) Sociólogo, Conicet. 30 de marzo de 2011. ARTÍCULO PARA BAE