14.4.11

La democracia en un año electoral


Por Carlos Girotti (*)
Es verdad que en un año electoral todas o casi todas las cuestiones políticas pasan necesariamente por el tamiz del cálculo costo/beneficio. No está mal que así suceda y tampoco resulta extraño. Nadie quiere perder, desde luego, y por eso el orden de prioridades para los temas en debate se ajusta, en todos los casos, al objetivo de ganar el apoyo de los votantes. Sin embargo, en este país se ha avanzado lo suficiente como para que la defensa irrestricta de la democracia –y su profundización permanente– no queden circunscriptas al hecho electoral.
El pasado martes, justo cuando se cumplía un nuevo aniversario del asesinato de Teresa Rodríguez en Cutral Có, una patota de la Unión Obrera de la Construcción agredía violentamente a docentes y estatales santacruceños que se manifestaban legítima y pacíficamente por aumentos salariales. Parece mentira la coincidencia de las fechas. Catorce años después de que las balas policiales cegaran la vida de aquella digna luchadora neuquina, un grupo de matones de origen sindical –e indisimulada identificación política con el gobernador de Santa Cruz– no tenga ningún reparo ni prurito para usar la violencia contra otros trabajadores. En este episodio no hubo que lamentar víctimas fatales, como sí ocurrió con Teresa, pero víctimas hubo. Y no es la primera vez que esta banda actúa en esa provincia lo cual, de por sí, acrecienta la gravedad de los sucesos recientes.
Uno podría conformarse con repetir aquello que, con justicia, reclaman los trabajadores agredidos: identificación y juicio de los culpables directos y de quienes los hubieran apañado. Pero si la democracia no puede ser únicamente medida desde el cálculo electoral, es preciso decir aún más.
En esta misma columna se ha subrayado la ímproba labor de la ministra de Seguridad de la Nación, destacándose no sólo los fundamentos democráticos de las medidas que atinadamente viene adoptando sino, también, poniendo de relieve el coraje y la honestidad intelectual que la llevan a perseverar en ese camino más allá de las advertencias y amenazas que los poderes fácticos no cesan de poner en juego. Por cierto, la ministra no está sola. La creación de este nuevo ministerio y las políticas que a diario despliega son producto de la probada convicción que en la materia tiene la Presidenta. Allí hay, por si hiciera falta repetirlo, la aplicación de una política de Estado enclavada en el respeto incondicional a la plena vigencia de los derechos ciudadanos y, de modo particular, a los derechos humanos. Otro tanto le cabe a la estricta aplicación de justicia cuando el poder judicial, como en el caso del asesinato de Mariano Ferreyra, va hasta las últimas consecuencias sin detenerse en “la conveniencia o no” de dejar libre a Pedraza.
Pues bien, estos ejemplos son los que obligan a superar el techo del cálculo electoral. La Justicia de la provincia de Santa Cruz debe actuar con celeridad. El gobernador también debería hacer lo propio. Demasiadas son las sospechas de que la patota de la UOCRA aparece toda vez que un acto político del gobernador pudiera “empañarse” por la molesta presencia de trabajadores que reclaman por sus derechos. Y si estas sospechas de las víctimas fuesen infundadas habría que hacerlo con más razón todavía porque, cuando está en juego la integridad física de los ciudadanos que reclaman y peticionan, no deben quedar responsabilidades en suspenso.
Tal vez haya quien piense que poner negro sobre blanco estas cuestiones no es conveniente porque no es momento de darle de comer a las fieras. La pregunta que cabe es de qué fieras se habla para razonar de ese modo. La brutalidad ejercida contra aquellos docentes y estatales santacruceños apenas varía en intensidad si se la compara, por ejemplo, con la brutalidad de dejar morir a un paciente con epilepsia so pretexto de que las ambulancias no pueden ingresar a las villa miseria porteñas porque éstas son “inseguras”. Se dirá que no es lo mismo y sin dudas es así, pero ambas situaciones provienen de una consideración común: la democracia sirve sólo cuando se invoca en defensa del interés propio y lo demás es cartón pintado.
Es ahí, en esa exacta coordenada que marca la existencia de una concepción corporativa y anticiudadana de la democracia, que también es posible encontrar otra forma de brutalidad de apariencia incruenta. La especulación acerca de que todo no se puede resolver de una vez, el mirar hacia el costado o el silencio cómplice, son las expresiones de una concepción de la política fundada en su profesionalización. El ciudadano y la ciudadana de a pie no pueden opinar sobre temas que, en última instancia, les están reservados a expertos y estrategas. Si quieren opinar que opinen, pero el día de la votación.
Conflictos y contradicciones van a existir siempre, pero lo que no puede faltar es la construcción cotidiana y permanente validación del espacio democrático donde aquellos se resuelven, pero no para unos pocos y por razones de ocasión. Ha costado mucho llegar a este momento de la historia de los argentinos (valga el recuerdo de Teresa Rodríguez) como para aceptar que la democracia empieza y termina con las urnas. No en esta Argentina que ha retomado, a partir de 2003, su vocación de futuro.-
(*) Sociólogo, Conicet. 13 de abril de 2011. ARTÍCULO PARA BAE